Fui hasta el vestuario y me recibió Telé Santana -emblemático entrenador brasileño, entonces en São Paulo-. En concreto: en la gacetilla distribuida en la sala de prensa figuraban las presencias del cerebro alemán Lothar Matthäus (entonces en el Inter), el todoterreno italiano Carlo Ancelotti (Milan), el delantero camerunés François Oman-Biyik (Cannes), el arquero belga Michel Preud’homme (Malinas), el mítico argelino Rabah Madjer (Qatar SC), los delanteros brasileños Bebeto (Vasco da Gama) y Muller (São Paulo), camiseta argentina mundial nuestro nuestro conocido Enzo Francescoli (Cagliari) y el también uruguayo Daniel Fonseca (Cagliari). Incluso, algunas semanas antes, los organizadores se habían pavoneado con las presencias del irascible francés Éric Cantona (Nimes Olympique), el torpedo alemán Rudi Völler (Roma), el genio holandés Ruud Gullit y su compatriota Frank Rijkaard (ambos en el Milan), el joven yugoslavo Zvonimir Boban (Bari), el goleador francés Jean-Pierre Papin y el motor inglés Chris Waddle (ambos en el Olympique de Marsella), el cerebro húngaro Lajos Détári (Bologna) y el icónico lateral brasileño Junior (Flamengo).
Los diseños de ambas camisetas del seleccionado inglés para este Mundial 2023 fueron inspirados en el movimiento art-déco de la década de 1920. La camiseta de local es elegante y está impregnada de historia. Curiosa historia que se me apareció en Facebook (en inglés) sobre un seleccionado «falso» de Togo jugando contra Bahrein. Los colores de las camisetas de la selección de Argentina se basan en la bandera de la nación Argentina creada por Manuel Belgrano en 1812. Esta es la razón por la que el color Albiceleste de la camiseta del Equipo de Argentina no haya cambiado considerablemente a lo largo de su historia desde que se utilizó por primera vez en 1908. Previamente se utilizó el color blanco, como ocurrio en la mayoría de las selecciones que utilizaron camisetas blancas en sus inicios. Por supuesto, también hay gente que la pasó muy bien en aquellos partidos, por ejemplo sus jugadores, y en especial quienes fueron citados de improviso para completar el equipo, como cuando a último momento se caen algunos amigos del picadito de fútbol 5. Treinta años después de aquel peculiar Argentina-Resto del Mundo, el ex futbolista uruguayo Daniel Sánchez, entonces defensor de Danubio, lo recuerda desde Montevideo como uno de los mejores días de su carrera.
Y además este partido ya terminó, y cuando algo termina, termina”, dijo como punto final. Las crónicas de la época no sólo aseveran que Sánchez llegó al Monumental a las 17.38, o sea 22 minutos del inicio del partido. Así fue contactado Sánchez. Para que los organizadores de un equipo llamado Resto del Mundo tuvieran que llamar de imprevisto a Moas, Borges y Sánchez -que no habían jugado para Uruguay en el Mundial de Italia 90 pero sí en la reciente Copa América de Chile 1991, tres meses antes de este experimento-, algo había tenido que salir mal. Más profunda e histórica fue la camiseta que Italia empleó en 1954 contra Argentina reivindicando la recuperación del Estado libre de Trieste. Todo fue tan extravagante, emparchado y a las apuradas que Sánchez se despertó, desayunó y almorzó en su casa montevideana sin saber que en un puñado de horas, a las 6 de la tarde, estaría jugando al otro lado del Río de la Plata, en el Monumental de Buenos Aires. Contrarreloj, Sánchez se convirtió en el decimoquinto y último jugador en sumarse a Resto del Mundo. “Ese día fue una película”, retoma el entonces jugador de Danubio, también con currículum en Peñarol.