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Pensé que me estaban cargando y no le di importancia”, recuerda ‘Pecho’ Sánchez, pieza clave de un gran Danubio, el campeón uruguayo de 1988 y el primer equipo chico de su país, al año siguiente, en llegar a las semifinales de la Copa Libertadores. Para que los organizadores de un equipo llamado Resto del Mundo tuvieran que llamar de imprevisto a Moas, Borges y Sánchez -que no habían jugado para Uruguay en el Mundial de Italia 90 pero sí en la reciente Copa América de Chile 1991, tres meses antes de este experimento-, algo había tenido que salir mal. Este sábado se cumplirán 30 años del primero, jugado el 25 de septiembre de 1991 contra Resto de América, un nombre demasiado pomposo para el equipo de emergencia que se presentó en un Monumental semivacío, acorde a la falta de pedigrí del rival. Lo curioso fue que la anomalía -o el mamarracho- se duplicaría al mes siguiente, el 29 de octubre de 1991, cuando Argentina jugó ante Resto del Mundo, una formación tan improvisada que medios nacionales e italianos la calificaron como “Restos del Mundo”.

Semejante constelación de estrellas hacía acordar a uno de los grandes amistosos de la selección, el primer Argentina-Resto del Mundo, jugado en 1979 como festejos del primer aniversario del Mundial 78. Al Monumental, esa vez, sí habían llegado los mejores jugadores del planeta, como los italianos Paolo Rossi y Marco Tardelli, el francés Michel Platini, el polaco Zbigniew Boniek, el holandés Ruud Krol y los brasileños Emerson Leao, Zico y Toninho Cerezo. O muy mal. De los 30 futbolistas incluidos en el programa oficial que se repartió en el Monumental esa misma tarde -casi todas estrellas mundiales, acorde al nombre del equipo-, al campo de juego sólo ingresarían seis. En otros ejemplos, camiseta seleccion argentina el protagonismo recayó en futbolistas. En el glorioso currículum de la Selección Argentina hay dos partidos -encima consecutivos- que deberían ser declarados los más bizarros o insólitos. “Ese día fue una película”, retoma el entonces jugador de Danubio, también con currículum en Peñarol. Los estudios de tatuajes hirvieron durante días y meses, con turnos que al día de hoy recién se concretan. La organización fue tan desastrosa que los extranjeros terminaron siendo convocados el mismo día del partido, y aún así no se completó el banco de suplentes.

Entonces la gente de Graphic comenzó con una vertiginosa doble búsqueda: 1) extranjeros que jugaran en clubes argentinos y, 2) extranjeros que llegaran al país en un puñado de horas, o sea brasileños, uruguayos y chilenos. En 2008 estuvo en el pecho de la selección de Kuwait una foto del emir Sheik Jaber el Ahmad El Sabah, fallecido por aquellas fechas. Todo parecía concluir en un gran éxito, por la nobleza de su propósito y por el espectáculo deportivo, si hasta la selección argentina acababa de ganar la Copa América después de 32 años. Enseguida, tras el debut oficial de Bati ante Brasil, arrancó la Copa América de Chile 1991, y a partir de ese momento la camiseta número 9 pasó a tener dueño indiscutido. Nuevamente, el Cholo se alzó con un título utilizando la camiseta número 10 de la selección argentina. También, que los porteros de River no lo dejaban pasar: “Yo era un cualquiera con un bolso”, recuerda el defensor de la selección uruguaya. En aquel entonces, una incipiente Colombia goleaba 4 a 1 a una selección que ya tenía 5 años de edad. El Pelusa, como era llamado, se movía por el campo a gran velocidad, como volando con la pelota en sus pies y con una rapidísima capacidad de frenado, muy preciso en los tiros, de gran calidad técnica, con gran control sobre el balón y alta potencia, era diferente, tocaba la pelota diferente, siempre brillante.

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